
Siendo mortales, vivimos como si fuésemos eternos.
Siendo débiles, vivimos como si fuésemos indestructibles.
Siendo rostros repletos de expresión, nos escondemos detrás de máscaras para protegernos y para mostrarnos como queremos.
Nos olvidamos que somos mortales y no vivimos cada instante como único e irrepetible.
Nos olvidamos que somos débiles y nos cuesta dejar de lado el orgullo para pedir ayuda
cuando la necesitamos.
Nos olvidamos que detrás de esas máscaras que nos hemos puesto quedan al desnudo nuestros rostros, y que en cada rostro, se puede ver el verdadero espejo del alma.
Desconozco Autor











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